Basura espacial
Pasados estos días de reuniones, promesas y desencantos en torno a lo que vamos a hacer para no asfixiarnos con el resultado de nuestras malas decisiones medioambientales, se coló una noticia que retrata de manera patética lo que somos como especie. Pues no contentos con el daño que hacemos aquí, ahora tenemos miles de piezas de metal orbitando en el espacio a velocidades que pueden destruir lo que se atraviese a su paso. Y de nuevo nos toca ser testigos de las eternas peleas entre potencias que se turnan para culparse unos a otros sobre lo que ocurre allá arriba.
En esta oportunidad han sido los rusos los que han realizado una prueba peligrosa e irresponsable al disparar un misil contra uno de sus satélites que ya era inoperativo, pero que continuaba en órbita. Lo que no tuvieron en cuenta es que la Estación Espacial Internacional estaba por ahí con siete tripulantes a bordo y que cualquiera de las 1.500 piezas de deshechos orbitales rastreables que generó su prueba podría destrozar la estación. Consecuencia inmediata: los astronautas tuvieron que activar un protocolo de emergencia, cerrar escotillas y meterse en las naves que los habían llevado hasta allá para poder escapar de inmediato en caso de impacto.
Vinieron entonces las declaraciones airadas de los estadounidenses acusando a los rusos de “un total desprecio por la seguridad, protección y sostenibilidad del espacio”, y luego la respuesta de estos calificando a los americanos de “cuando menos hipócritas” por criticar una maniobra que todos practican y que en realidad, a juicio de ellos, no entrañaba peligro para la estación.
Y en medio de estos dimes y diretes descubrimos que actualmente circulan por el espacio 3.700 satélites alrededor de la Tierra, de los cuales 2.500 han sido dados de baja. O sea, son basura que hemos ido dejando por ahí como si nada, a la espera de que ocurra una tragedia tal vez. O como si quisiéramos anunciar nuestra presencia contaminando nuestro propio espacio con metales pesados. Probablemente sea una forma llamativa de avisarles a los alienígenas que aquí estamos, que somos lo que somos y que se acerquen a saludarnos antes de que desaparezcamos en átomos o ahogados por la contaminación.
Es cierto que por ahora los científicos no han podido encontrar señales de vida inteligente fuera de nuestro planeta, aunque sí vida a secas. Tal vez lo que ocurre es que en cualquiera de los cientos de trillones de planetas que hay por ahí la inteligencia se muestra de otra manera, sin autodestrucción. Porque aunque una de las características clave de cualquier tipo de vida es su capacidad para desequilibrar el sistema en el que surge, habría que preguntarse en serio cómo vamos a salir de este caos contaminante que hemos montado no sólo aquí. sino también en el espacio