KARLOVY VARY – “Ahoj, dekuju vam za tuto jest”, lo que traducido de la lengua checa sería “Hola, muchas gracias por todo esto”. Así, Dakota Johnson se puso en el bolsillo -como si hiciera falta- a la audiencia que colmó la sala principal del Hotel Thermal para verla recibir de manos del productor del festival y de su director artístico el Globo de Cristal denominado Premio del Presidente del Festival Karlovy Vary. Se trataba del máximo honor reservado para Jiri Bartoska quien, desde la caída del comunismo hasta la pasada edición, cumplió fielmente la tradición de depositar este enorme galardón en manos de mucho más famosos artistas. Bartoska falleció a comienzos de mayo, pero igual se continuó la tradición que él había instaurado.
Nadie sabía que la galardonada de este año agradecería este premio en un encantador checo, en una ciudad a la que definió como “un cuento de hadas” y que no deja de recibir nombres de relieve del cine mundial, entre ellos el actor argentino Nahuel Pérez Biscayart, que llegó a la ciudad para presentar El Jockey, de Luis Ortega.
La prensa del corazón siguió a Dakota desde que bajó del avión en el aeropuerto de Praga, de donde salió sin saludar ni firmar autógrafos, para subirse a un auto que la llevó directamente al majestuoso e imperial Hotel Pupp en Karlovy Vary. Su enorme belleza transmite una honda fragilidad que quizás evidencia el adiós a Chris Martin, pero prefiere contactos breves con el público presentando las dos películas que la trajeron al balneario checo y nada de conferencias de prensa o presencia junto a los fans. En el corazón del cristal de Bohemia, su figura pareciera tallada por el más fino conocedor en la materia. Para peor, las dos películas que presentó aquí –Splitsville y Amores materialistas– hablan de relaciones amorosas, y la primera, incluso, desde su título menciona una forma coloquial de referirse al fin de una relación.
“Estoy encantada de estar aquí con dos películas que me importan mucho, y espero que enciendan fuego en los corazones de la gente porque son sobre el amor, sobre cómo nos tratamos y lo que queremos para nosotros”, señaló la actriz que debutó a las órdenes de su padrastro Antonio Banderas en Locos en Alabama, y que salto al estrellato mundial con el protagónico de Cincuenta sombras de Grey.
“Me encanta estar en este festival, he estado aquí solo veinticuatro horas y estoy fascinada con la atmosfera y la audiencia que encontré aquí. Estoy muy ansiosa de conocer qué les parecen estas películas a todos ustedes”, dijo para después tener palabras de elogio con la directora Celine Song, que la dirigió junto a Pedro Pascal y Chris Evans en la comedia romántica Amores materialistas. En el escenario posó con un vestido de Mugler, tacos de Gianvito Rossi y esmeraldas y diamantes de Roberto Coin, que le añadían sofisticación a su innato brillo y elegancia.
Fueron solo tres minutos ante el público que electrizaron el pulso del festival. Luego, para las cámaras del festival también se refirió a la comedia Splitsville, a la que definió como “una representación honrada de lo que la gente está experimentando en sus relaciones hoy”. “Creo que esta película provoca una pregunta profunda sobre uno mismo, sobre lo que quieres y lo que realmente necesitas y, el amor”, dijo sin inmutarse aún intuyendo que en sus palabras el nombre de Chris Martin resonaría en la cabeza de cada espectador.
Pero Dakota Johnson se mostró maravillada por la arquitectura local, por el bello Teatro Municipal de Karlovy Vary, por las fuentes termales y por el fuerte sabor de la absenta, de la que solo bebió un sorbo. Ese mismo trago quizás ayudó a olvidar a los fans que se agruparon en la puerta del teatro municipal su primera decepción: Dakota entró por una puerta lateral, evitando así al público que la esperaba sin suerte. No pudo esquivar la alfombra roja desplegada en la entrada al Thermal, pero allí el público está a una enorme distancia que impide cualquier selfie a menos que el artista expresamente se acerque hacia ellos.