SANTIAGO, Chile.- Por su contundencia, la victoria de Jeannette Jara en las primarias de la izquierda chilena sorprendió a opositores, analistas e incluso a su propio sector. El arco político se vio forzado a revisar sus estrategias de cara a la presidencial de noviembre, mientras crece la duda sobre si el Partido Comunista podrá, por primera vez, competir con opciones reales de llegar a segunda vuelta.
Hasta hace pocos meses, la exministra del Trabajo figuraba rezagada en los sondeos y su candidatura se interpretaba como un gesto simbólico del PC para influir en las negociaciones parlamentarias. Hoy, el panorama cambió: Jara lidera las encuestas y concentra el foco de la contienda.
Uno de los datos que confirmó su irrupción llegó con el último sondeo de Pulso Ciudadano, que mostró a Jara con un alza de 24 puntos tras las primarias, alcanzando un 31,4% de intención de voto, su nivel más alto hasta ahora.
“El dato clave de esta primaria es que la suma de votos superó ampliamente el número de militantes de los partidos en competencia. La victoria de Jara sugiere que su techo electoral se extiende más allá de las fronteras de su propio partido”, dijo a LA NACIÓN José Miguel Cabezas, doctor en Gobierno y director de la Escuela de Gobierno de la Universidad San Sebastián.
El salto no es menor. Jara mantiene a la derecha en un incómodo segundo y tercer lugar: José Antonio Kast, del Partido Republicano, marca 18%, mientras Evelyn Matthei, de Chile Vamos, sigue en caída con 17,4%, lejos de su peak de 29,2% en diciembre pasado. Más atrás aparecen Franco Parisi (7,6%) y Johannes Kaiser (4,2%), dos candidaturas que mueven nichos específicos, pero sin impacto nacional.
“Hoy Jara atrae principalmente a votantes jóvenes que respaldan al gobierno. Para crecer, debe sumar apoyo en sectores de mayor edad, en barrios populares y entre mujeres. Todo dependerá de si conecta con una política social fuerte, atiende temas como la seguridad y logra un discurso que trascienda al Partido Comunista”, explicó Claudio Fuentes, analista político de la UDP.
En este escenario, su experiencia como ministra del Trabajo se ha convertido en su mejor carta. Lideró la reducción de la jornada laboral a 40 horas, negoció con el empresariado el alza del salario mínimo y selló acuerdos que parecían imposibles en un Congreso fragmentado. Para muchos votantes, esas gestiones la distancian del estereotipo del dirigente comunista rígido y la acercan a un liderazgo dialogante.
“Si bien Jara nunca ha renegado de su militancia en el Partido Comunista, la gente no la asocia de forma rígida con el PC. La derecha busca marcar esa identificación, pero ella se diferencia de un comunismo más ortodoxo, como el que representa Jadue. No se trata de ideología, sino de cómo se ejerce el poder y se construyen alianzas”, señaló Claudio Riveros, académico de la Universidad de Talca.
José Miguel Cabezas añade otro matiz: “Jara comparte ciertos atributos con Michelle Bachelet: una trayectoria de resiliencia y un liderazgo femenino en un espacio político dominado por hombres”.
Aun así, el sello comunista sigue siendo un dilema. Si bien nunca ha ocultado su militancia, su figura se percibe más flexible que otros referentes del partido, aunque la derecha insiste en marcar su identidad partidaria. “Desaparecieron los perros matapacos, los arbolitos, las banderas de los pueblos originarios y están con la bandera chilena. Están camuflados”, dijo José Antonio Kast, ad portas de renunciar a su militancia comunista, una jugada con la que reforzaría su intención de ampliar su radio de acción electoral, pero que la obligaría a recalibrar su identidad política en plena campaña.
Lo que haga Jara en términos de construcción de alianzas en las próximas semanas será clave. “Acá lo importante es la definición de los equipos. Si arma equipos que incluyan al socialismo democrático, al Partido Socialista, al PPD, incluso a sectores de la Democracia Cristiana, podría administrar bien las tensiones internas, mostrando una imagen de alianza amplia y no algo estrecho”, advirtió Claudio Fuentes.
Este punto no es menor. Porque mientras el Frente Amplio observa con atención —y cierta incomodidad— el crecimiento de Jara, sectores del socialismo ven en ella un liderazgo capaz de ordenar una coalición que hoy se muestra dispersa.
Con todo, el avance de Jara no se entiende sin el contexto de crisis y fragmentación en la derecha. José Antonio Kast mantiene un núcleo duro de apoyo, movilizado por un discurso de orden y mano dura, mientras Evelyn Matthei ha visto cómo su base de respaldo se ha erosionado lentamente. La interna de la derecha se complica aún más con episodios como las declaraciones de Johannes Kaiser, quien afirmó que volvería a apoyar el golpe de Estado de 1973, una frase que reabrió heridas y tensiones, obligando a la derecha a explicar nuevamente su relación con el pasado.
El empresariado, por su parte, observa con cautela el ascenso de Jara. Algunos valoran su capacidad de negociación y su tono moderado, pero persisten dudas sobre la estabilidad que podría ofrecer un gobierno liderado por una figura comunista, quien ha hecho del pragmatismo una marca, sin abandonar la narrativa de justicia social.
“El arte de Jara en estos meses será equilibrar esa exigencia de sus bases con la necesidad de mostrarse como una figura confiable para la clase media y los inversionistas”, advirtió Claudio Fuentes de la UDP.
En paralelo, la economía sigue siendo un terreno incierto. Y si bien la inflación se ha estabilizado en torno al 4%, el crecimiento económico se mantiene lento, afectando las expectativas de empleo y salarios, especialmente en las regiones. Jara ha insistido en la necesidad de avanzar en reformas que fortalezcan la seguridad social, manteniendo el equilibrio fiscal y generando condiciones de inversión.
Un discurso que busca anclarla, finalmente, como una figura de continuidad del gobierno de Gabriel Boric.