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Las cajas con el archivo y los libros de Sarlo: “Beatriz no era una bibliófila ni una coleccionista”

Unas cien cajas y folios con las siglas BBS (Biblioteca Beatriz Sarlo) y FBS (Fondo Beatriz Sarlo) están desde mediados de junio en el Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas (CeDInCI), que dirige el historiador Horacio Tarcus. Constituyen el archivo y los libros de la intelectual que falleció hace siete meses

Las cajas con el archivo y los libros de Sarlo: “Beatriz no era una bibliófila ni una coleccionista”

Unas cien cajas y folios con las siglas BBS (Biblioteca Beatriz Sarlo) y FBS (Fondo Beatriz Sarlo) están desde mediados de junio en el Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas (CeDInCI), que dirige el historiador Horacio Tarcus. Constituyen el archivo y los libros de la intelectual que falleció hace siete meses, a los 82 años. El material, que llegó por intermedio de su “círculo íntimo” de amigos a la misma institución donde en diciembre de 2024 velaron a la escritora, estaba en el departamento de la calle Talcahuano –el estudio de Sarlo– y no forma parte de la sucesión que se tramita en la Justicia.

Beatriz no era una bibliófila ni una coleccionista; su biblioteca es austera, la de una investigadora pura que se enfocaba en lo que estaba trabajando. No hay libros antiguos; fotocopiaba lo que necesitaba de bibliotecas o institutos”, dice Tarcus a LA NACION que esta mañana visitó el lugar. Solo hay primeras ediciones de libros de su amigo Juan José Saer, Ricardo Piglia o Andrés Rivera, de otros autores contemporáneos y de los que ella misma escribió, tradujo, prologó o editó en el Centro Editor de América Latina o la editorial Jorge Álvarez. “Ella, que estudió tanto a Borges, tiene fotocopiados los primeros libros del autor, como Cuaderno San Martín; lo mismo pasa con los libros de Raúl González Tuñón”, ejemplifica. Los ejemplares de la obra de Roberto Arlt se ven “gastadísimos” por el uso.

El Fondo Beatriz Sarlo guarda artículos periodísticos, documentos de investigaciones y publicaciones en la revista «Punto de Vista»Soledad Aznarez

Otra característica del conjunto es que no hay ediciones anteriores a 1960. Algunos ejemplares están dedicados (El arte de narrar, con la frase “Para Carlos [Altamirano] y Beatriz”, con la firma de Saer); otros, subrayados o con anotaciones; la mayoría tiene las marcas de los libros leídos.

En la biblioteca de Sarlo abundan los libros de narrativa argentina y de crítica literariaSoledad Aznarez

Al parecer, en la biblioteca de su estudio, Sarlo separaba los libros de narrativa escritos por varones (Juan Carlos Martini, Alberto Laiseca, Sergio Chejfec, Martín Kohan, César Aira, Carlos Gamerro, Martín Caparrós, Ariel Magnus, Damián Tabarovsky, entre otros) de los escritos por mujeres, con títulos de Victoria Ocampo, Norah Lange, Fernanda García Lao, María Martoccia, Gabriela Massuh, Ariana Harwicz, Selva Almada y Esther Cross. “Se ve que quería tener una visión física de conjunto sobre quiénes escribían narrativa, para un artículo o una clase”, aventura Tarcus. De algunos autores hay varios títulos o su obra completa hasta 2024; de otros, como Marcos Aguinis, Guillermo Saccomanno y Mariana Enriquez, solo uno o dos.

Una afectuosa carta de John King a SarloSoledad Aznarez

Los libros que ya fueron desembalados -de narrativa y crítica literaria- están distribuidos en cinco módulos de ocho estantes, en el segundo piso del CeDInCI; harían falta otros cinco módulos para albergar el contenido de las cajas que aún esperan ser abiertas, con volúmenes de historia argentina y universal, ensayo, poesía (“no tenía mucho”, observa Tarcus) y periodísticos.

Una novela de Iosi Havilio, dedicada «con tanto cariño» por el autor a SarloSoledad Aznarez

Hay mucho sobre Borges, Arlt y Cortázar, historias de la literatura y ensayos de Jaime Rest, María Teresa Gramuglio, Sylvia Molloy, Susana Zanetti, Alberto Giordano, Nora Domínguez y Cristina Iglesia, además de los teóricos favoritos de Sarlo: Walter Benjamin, Raymond Williams y su amado Roland Barthes. Hay libros en francés, portugués, inglés y alemán, idioma que Sarlo empezó a estudiar después de los cincuenta años.

Por sus manos sin duda pasaron más de cuatro mil libros a lo largo de su vida, pero me imagino que ella decantó los libros que quería conservar y otros los desechó”, dice. Cuando Tarcus le propuso a Sarlo formalizar el legado al CeDInCI, la escritora sonrió y le dijo que ella no había sido “una gran juntadora de papeles”. Sin embargo, guardó más de lo que decía.

Un ejemplar de «Cicatrices», de Juan José Saer, con anotaciones de SarloSoledad Aznarez

El CeDInCI recibió el valioso archivo de la autora, con siete álbumes de fotos (muchas de ellas tomadas en viajes), libretas con apuntes de clases, sueños, ideas para libros e investigaciones en curso, cajas con los programas de los espectáculos a los que asistió por décadas (pensaba que de este modo los investigadores tendrían una idea de los consumos culturales de una intelectual porteña en los siglos XX y XXI), folios con artículos, revistas y fotocopias dedicados a algunos autores (Borges y Cortázar), CD que aún no han sido abiertos, el material de la ópera V.O. y la correspondencia. “Guardó los recibos de la época en que distribuía la revista Punto de Vista en los quioscos de la avenida Corrientes; un testimonio hermoso de la distribución artesanal y personal”, cuenta Tarcus. Hay también fotos enmarcadas de ella y de su última pareja, el cineasta Rafael Filippelli.

Horacio Tarcus, director del CeDInCI, conoció a Sarlo en 1978, en plena dictaduraSoledad Aznarez

La autora de La máquina cultural conservó de manera bastante ordenada las cartas que recibió a lo largo de décadas, hasta 2008, enviadas desde universidades extranjeras (Harvard, Michigan, Warwick), instituciones como El Colegio de México y revistas como Quimera, y otras firmadas por corresponsales reconocidos como Ivonne Bordelois, Blas Matamoro, César Fernández Moreno, Jean Franco, John King, Elvio Gandolfo, Jorge Schwartz, Viñas y Saer, desde Ciudad de México, San Pablo, París o Montevideo. Tarea de los investigadores es buscar las cartas enviadas por ella; algunas están anotadas y subrayadas y la mayoría está encabezada del mismo modo: “Querida Beatriz”.

Una de las libretas de Sarlo, con apuntes sobre las «tensiones» entre el peronismo y la culturaSoledad Aznarez

Guardó todo con orden y disciplina -resume Tarcus-. Esa chica en el colegio inglés, con doble escolaridad, formó una cabeza con austeridad, organización y método”.

Álbumes de fotografías de viajes con su última pareja, el cineasta Rafael FilippelliSoledad Aznarez

Para catalogar sus cartas antes de digitalizarlas, será necesario consignar a los remitentes, la ciudad y la fecha, y en pocas líneas resumir el contenido y los temas. “El investigador, al poner una palabra clave en el buscador, puede llegar a la carta que quiere”, detalla el historiador, y agrega: “El día que se haga una biografía integral de Sarlo, el autor va a encontrar mucho material interesante en el archivo”.

El Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas, que preserva cientos de archivos, fue desfinanciado por el Gobierno en 2024Soledad Aznarez

Para ordenar la biblioteca y el archivo y abrirlos a la consulta pública, el CeDInCI necesita un catalogador y un archivista que, por varios meses, trabajen en la clasificación de todo el material. La institución, en un edificio de 800 metros cuadrados, alberga doscientos archivos de intelectuales, escritores y activistas.

Apuntes de Sarlo para sus clases sobre Julio Cortázar y «Rayuela»Soledad Aznarez

En la Argentina, muchos archivos y bibliotecas de escritores e intelectuales se venden a instituciones extranjeras o en librerías de viejo; a veces, terminan en contenedores de basura. “No hay agentes públicos destinados a detectar dónde están los archivos; para poder recibirlos, hay que generar transparencia y confianza en el que lega y las instituciones argentinas tienen una deuda con eso”, opina Tarcus.

Varias libretas de viajes, una pasión que la escritora dejó bien registrada, y su libreta de asistente al Bafici en la edición de 2014Soledad Aznarez

Una vez catalogados, los papeles de Sarlo -acaso el verdadero tesoro del legado, más que sus libros- se preservarán en cajas de cartón libres de ácido (cada una cuesta $ 50.000). “Entre cada folio, se pone un papel como separador para evitar que continúe la acidificación; con este sistema por ahí te dura cien años más”, dice Tarcus.

«El arte de narrar», poemario de Saer, dedicado por el autor a Carlos Altamirano y Beatriz SarloSoledad Aznarez

El director del CeDInCI conoció a la escritora en 1978, en un encuentro sobre revistas culturales en una librería porteña, propiedad del actor Iván Grondona. “Cuando los más jóvenes propusimos hacer una carta pública en contra de la censura, ella dijo: ‘Compañeros, en este país están desapareciendo escritores, acá desapareció Haroldo Conti, tenemos que pedir por la aparición con vida de los escritores desaparecidos’. Me asombró su audacia en un lugar donde no sabíamos si podía haber servicios de inteligencia entre los asistentes. Yo le di mi revistita, Ulises, y ella me dio un número de Punto de Vista”, recuerda Tarcus que ahora, con el equipo del CeDInCI, rinde tributo a una de las intelectuales más importantes del país.

«Glosa», de Saer, amigo y el autor favorito de SarloSoledad Aznarez

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