Una usuaria de X (@cam73y) abrió ayer una polémica inesperada en la red social con la publicación de una idea sobre la lectura fugaz en el subte. “No hay cosa q me parezca más performática q leer [en] el subte, dejate de joder a no ser de que te hagas todo el recorrido (y depende de que línea) estás con suerte 15 minutos adentro qué te hacés el interesante”, desafió con humor. La publicación, que tuvo miles de visualizaciones y fue “reposteada” centenares de veces, cosechó críticas y apoyos.
¿Cuánto tiempo puede llevar la lectura de un cuento de Julio Cortázar, el capítulo de una novela de Claudia Piñeiro o Eduardo Sacheri, los poemas de Alfonsina Storni o Juan L. Ortiz (estos últimos más bien extensos)? Muchas editoriales comenzaron a publicar libros en pequeño formato, ideales para leer en viajes cortos en el subte, el tren o el colectivo.
“El libro no hace ruido. El celular del gil que mira TikTok sin auriculares jode a los que están al lado. Punto para el libro, por ser más solidario”, comentó el periodista Mariano Donadío. “Vos lo ves durante 15 minutos en el subte. Pero cuando lees un libro que te copa en serio y lo llevas con vos, lo abrís en todos lados. En la parada, en el subte, en una espera. Y así estás todo el día con el libro”, respondió el usuario @Dan_Lande.
Con ese disparador, escritores, editores y libreros entrenados en el apasionante ejercicio de cronometrar el tiempo de lectura en medios de transporte dieron su opinión a LA NACION, sumándose al debate.
“Toda mi vida al subir al subte o al bondi saqué algo para leer -dice el escritor, académico y lunfardista Oscar Conde-. Sea un libro o el trabajo de un estudiante para corregir. Sean cinco, diez o quince minutos los aprovecho leyendo”.
«Soy de los que lee hasta en cinco minutos de colectivo -cuenta el editor y escritor Álvaro Garat-. Para algunas personas el viaje es uno de los pocos momentos de dispersión del día, tal vez porque es el único momento en que están solos o simplemente por rutina. Refiriendo a crear hábito de lectura, preferimos lectores de viaje exprés de subte que no lectores”.
“Pienso que las personas están tratando de desconectar, sobre todo del celular -sostiene la escritora María Florencia Freijo-. Se está dando además un quiebre entre milennials y generaciones más jóvenes por los bookstagramers, aunque tal vez vuelva una moda del libro bajo el brazo… Hay una tendencia a nivel mundial de la cozy literature, de historias breves, de autores japoneses en su mayoría. Además un viaje de Congreso de Tucumán a Catedral son veinte minutos, ¡un montón de tiempo para leer!”.
“Para mí, leer en el subte o en el colectivo es una realidad, no me parece una pose -dice el editor y librero Ignacio Iraola-. Hay gente con el celular, gente que no hace nada y gente que lee cuando puede. Cuando era editor de Planeta, me servía como base para ver lo que se estaba leyendo. Es un acto íntimo, tranquilo y de ganas, ¿pose frente a quién? La gente lee donde, como y cuando puede. Pensar que es una pose leer en el subte es ridículo”.
“Viajo poco en subte, y siempre llevo un libro; no leo en el celular -dice la escritora Josefina Delgado-. Y aunque sea unas pocas páginas, leo. Pero lo que más me gusta es que hay gente que no deja de leer ni en la escalera mecánica. ¿Y si fuera que leen para un examen? En X hay una cuenta que todo el tiempo sube fotos de gente que lee [@sublecturas]. Es divertido; lo tomo como una encuesta de hábitos de lectura”.
El escritor y gestor cultural Daniel Mecca no concuerda con la usuaria de X. “Me parece un despropósito pensar que leer en el subte sea una pose -afirma-. Es exactamente lo contrario: arriesgaría decir que, en estas épocas que vivimos, leer en el transporte público es acto contracultural que justamente busca hacer la vida más interesante. Quizás tengas solo esos quince minutos de viaje en el subte para leer antes de ir al laburo y los aprovechás para tu imaginación: es un gran capital que todos tenemos. Para mí hay que aplaudirlo, no boludearlo. Incluso si fuera un viaje de cinco minutos en el subte hay unos haikus de Basho que caben perfecto. Por lo demás, leer siempre es un acto performático que involucra al pensamiento y al cuerpo. Leés el libro, pero el libro también te lee a vos”.
“Un amigo de la Facultad de Filosofía y Letras decía que por la calle, sobre todo en Puan, había que ir con la tapa del libro dada vuelta, para no presumir -recuerda el escritor y editor Santiago Llach, creador del Mundial de Escritura-. Una vez vi entrar a la facultad a un conocido periodista deportivo que venía a inscribirse con la Fenomenología del espíritu de Hegel bajo el brazo. La jactancia existió siempre, hasta Hamlet va con un libro en la mano, y la distracción masiva, como se llamaba el blog de Marina Mariasch, también. Y siguen existiendo los lectores que no leerán este tuit, que son los que nos salvan”.